La ciudad "como lugar de una humanidad particular". La expresión es del historiador Marc Bloch. El filósofo Claude Lefort la recoge en un ensayo sobre Europa como civilización urbana.
La seducción de la ciudad viene de que la variedad es promesa de oportunidades.
La ciudad es el lugar en el que viven la mayoría de ciudadanos europeos. Y ciertamente se ha convertido, para utilizar la expresión de Baumann, "en un vertedero de problemas engendrados y gestados globalmente". El fantasma de la incertidumbre generado por la globalización y por la ideología del miedo amenaza a la ciudad con la fractura. Hay ciudades en el mundo donde los distintos sectores sociales viven encerrados, separados por murallas y barreras, sin apenas contacto alguno. La urbanalización, para utilizar la expresión de Francesc Muñoz, la separación de urbs y civitas (François Choay) por la vía de la ocupación indiscriminada del territorio por la urbanidad dispersa, miles y miles de casas pareadas y sus jardines, amenaza la ciudad densa, territorio de anonimato y libertad. Pero Europa, a pesar de todo, ha conseguido mantener la intensidad de sus ciudades. Y ha tendido a asumir los conflictos y a convertirlos, en lo posible, en factores de oportunidad. Al fin y al cabo, lo que ha sostenido la peculiar forma de ser de las ciudades europeas ha sido el Estado del bienestar y éste será a escala europea o no será.
Es en las ciudades donde ocurren los cambios. Es en las ciudades donde todavía es posible que el espacio público ejerza de lugar de encuentro y contacto, indispensable para el reconocimiento mutuo, que es la base de cualquier forma de convivencia realmente posible. Y son las ciudades las que hacen de nodos de conexión.
Pero la ciudad es sobre todo el lugar de una identidad abierta. El lugar en que es posible encontrar un denominador común entre los extraños que la componen. Que es una identidad mínima muy parecida a la que requiere la reconstrucción de la conciencia europea. Una identidad basada en el reconocimiento al otro y en la defensa de un modelo europeo que tiene todos los elementos de la cultura urbana: la soberanía compartida entre extraños; la solidaridad política; la diversidad y el conflicto como portadores de oportunidades y de cambio, y la negociación y el diálogo, como manera de relacionarse. Sin necesidad de inclinarse ante ningún dios menor, sea la patria o la religión de turno.
Este artigo, de Josep Ramoneda, publicado hoje, sobre o carácter distinto das cidades europeias no panorama das urbes na era globalização, destaca importantes traços das nossas cidades: como o bem-estar e a identidade aberta.
São reflexões pertinentes e que nos devem fazer pensar como podemos aumentar e melhorar estas marcas urbanas, em especial no Chiado, que tem um papel central e nevrálgico em Lisboa, pela sua centralidade e nobreza.
Este é um desafio que se nos coloca, tendo em conta a principal missão do Poder Local: aumentar a qualidade de vida e bem-estar dos munícipes.
Carlos Manuel Castro
quarta-feira, 19 de agosto de 2009
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